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MIGUEL, UN ARCÁNGEL PARA HOY

  • Foto del escritor: Fabricio Melchiori
    Fabricio Melchiori
  • 29 sept 2017
  • 5 Min. de lectura

A finales del siglo XIX la silla de Pedro estaba ocupada desde 1878 por Giuseppe Pecci, que pasó a llamarse León XIII y que firmó uno de los pontificados más largos de la historia. Este Papa iba a introducir una oración en la Eucaristía.

A partir del siglo XIX, se empezaron a rezar unas oraciones especiales después de la Misa. Se trataba de súplicas añadidas en tiempos de tribulación, oraciones por las grandes intenciones de la Iglesia, en las que debía participar también el pueblo, y que por eso se rezaban con los fieles en su propia lengua.

El mismo León XIII, en 1886 introdujo la invocación del Arcángel San Miguel. No se trata de una nueva oración, sino de una invocación aislada, con carácter de exorcismo, rarísima en la liturgia romana. Las palabras del principio de la invocación se encuentran en el verso aleluyático de las misas del arcángel San Miguel, el 8 de mayo y el 29 de septiembre.

Corren unos rumores que se han ido formando a lo largo del tiempo, acerca del origen de esta invocación de la que algunos dicen que es mera leyenda. Con todo, dicen que Francisco Brehm, consejero eclesiástico de la editorial litúrgica Fr. Pustetd (Ratisbona), recién vuelto de un viaje de Roma, contó, hacia el año 1928, que en una sesión para la Sagrada Congregación de Ritos en que se trataba de derogar estas oraciones, y a la que él asistió, cuando ya todos estaban de acuerdo para suprimirlas, un anciano cardenal, cuyo nombre no recordaba, se levantó para contar que el mismo León XIII le había dicho que la invocación de San Miguel la había añadido contra la amenaza de la francmasonería, movido a ello por una revelación sobrenatural.

Sea como fuere, la historia se cuenta así: el 13 de Octubre de 1884, el Papa León XIII, experimento una visión horrible. Después de celebrar la Eucaristía, estaba consultando sobre ciertos temas con sus cardenales en la capilla privada del Vaticano cuando de pronto se detuvo al pie del altar y quedo sumido en una realidad que solo él veía. Su rostro tenía expresión de horror y de impacto. Se fue palideciendo. Algo muy duro había visto. De repente, se incorporó, levanto su mano como saludando y se fue a su estudio privado. Lo siguieron y le preguntaron: ¿Que le sucede su Santidad? ¿Se siente mal? El respondió: “¡Oh, que imágenes tan terribles se me han permitido ver y escuchar!”, y se encerró en su oficina.

¿Qué vio León XIII? “Vi demonios y oí sus crujidos, sus blasfemias, sus burlas. Oí la espeluznante voz de Satanás desafiando a Dios, diciendo que él podía destruir la Iglesia y llevar todo el mundo al infierno si se le daba suficiente tiempo y poder. Satanás pidió permiso a Dios de tener 100 años para poder influenciar al mundo como nunca antes había podido hacerlo.” También León XIII pudo comprender que si el demonio no lograba cumplir su propósito en el tiempo permitido, sufriría una derrota humillante. Vio a San Miguel Arcángel aparecer y lanzar a Satanás con sus legiones en el abismo del infierno.

Después de media hora, llamo al Secretario para la Congregación de Ritos. Le entregó una hoja de papel y le ordeno que la enviara a todos los obispos del mundo indicando que bajo mandato tenía que ser recitada después de cada misa, la oración que ahí él había escrito.

No existe un relato histórico definitivo sobre lo que exactamente le sucedió al Papa León XIII para que en la década de 1880 escribiera la conocida oración a San Miguel Arcángel. En el libro “Habla un exorcista” del fallecido exorcista italiano, Gabrielle Amorth, se narra que un sacerdote llamado Domenico Pechenino conoció de primera mano lo que llevó al Papa León XIII a escribir la oración.

Éste relató lo siguiente: “No recuerdo el año exacto. Una mañana el Sumo Pontífice León XIII había celebrado la Santa Misa y estaba asistiendo a otra, de agradecimiento, como era habitual. De pronto, le vi levantar enérgicamente la cabeza y luego mirar algo por encima del celebrante. Miraba fijamente, sin parpadear, pero con un aire de terror y de maravilla, demudado. Algo extraño, grande, le ocurría. Finalmente, como volviendo en sí, con un ligero pero enérgico ademán, se levanta. Se le ve encaminarse hacia su despacho privado. Los familiares le siguen con premura y ansiedad. Le dicen en voz baja: ‘Santo Padre, ¿no se siente bien? ¿Necesita algo?’ Responde: ‘Nada, nada’. Al cabo de media hora hace llamar al secretario de la Congregación de Ritos y, dándole un folio, le manda imprimirlo y enviarlo a todos los obispos diocesanos del mundo”, añadió. Como se ve, son relatos congruentes en lo esencial. ¿Qué contenía? La oración que rezamos al final de la misa junto con el pueblo, con la súplica a María y la encendida invocación al príncipe de las milicias celestiales, implorando a Dios que vuelva a lanzar a Satanás al infierno”, concluyó.

La oración de San Miguel se añadió en 1886 a las otras “oraciones Leoninas” que el Santo Padre había mandado recitar después de 1884. Según la tradición lo que motivó al Papa León XIII a escribir la oración fueron las terribles imágenes que vio y escuchó.

En 1934, la primera y sorprendente oración del Papa León, más extensa, fue cambiada sin explicación. La frase crucial refiriéndose a la apostasía de Roma (en el mismo lugar santo, donde ha sido establecida la silla del Pedro y la cátedra de la verdad, que debe iluminar el mundo) fue eliminada. Al mismo tiempo, el uso de la Oración a San Miguel del Papa León XIII que se rezaba después de cada misa ordinaria fue sustituida por una oración más corta, la ahora famosa abreviada Oración a San Miguel.

Aunque ya no se usa en la forma ordinaria de la misa, la oración a San Miguel de hecho es totalmente válida y Juan Pablo II en el 94 invitó a los fieles a "recitarla para ser ayudados en la batalla contra las fuerzas de la oscuridad y en contra del espíritu de este mundo". Gracias al motu proprio Summorum Pontificum de Benedicto XVI y para la formación de grupos estables que prefieren la "Misa Tridentina", la oración a San Miguel tuvo un florecimiento. Ciertamente, si nos fijamos en los acontecimientos que han marcado la Iglesia y la sociedad de ese 1964 en adelante (Pablo VI habló del "humo de Satanás" que había entrado en lo alto de la Iglesia), no era una idea feliz abandonar su rezo. No sólo porque la oración a San Miguel es directamente una valiosa protección contra el Maligno, sino porque incluso entre muchos bautizados ―incluyendo clérigos prominentes― se está perdiendo gradualmente la conciencia de la existencia de Satanás y su mala acción, que es el mayor favor que se puede hacer al diablo y un gran peligro para la salvación de las almas. Y es un signo de una concepción equivocada de Dios y de una pérdida general de fe. Recordamos aquí esta oración, especialmente para invocarla en la Acción de Gracias de la Misa:

“San Miguel Arcángel, defiéndenos en la lucha. Sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio. Que Dios manifieste sobre él su poder, es nuestra humilde súplica. Y tú, oh Príncipe de la Milicia Celestial, con el poder que Dios te ha conferido, arroja al infierno a Satanás, y a los demás espíritus malignos que vagan por el mundo para la perdición de las almas. Amén”.

!San Miguel, ruega por nosotros!


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