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A 100 AÑOS DE FÁTIMA

  • Foto del escritor: Fabricio Melchiori
    Fabricio Melchiori
  • 13 may 2017
  • 4 Min. de lectura

Cien años ya, de la aparición mariana más importante de la historia. Importante y trascendente por todo lo que la Virgen puso “en juego”: el destino de la humanidad, de la Iglesia y la salvación de las almas. Y nada escatimó la Virgen para ello: la visión del infierno, terrible, a tres niños, la situación de los pecadores, el dolor del Corazón de Jesús…Y un pedido apremiante, en condicional, para evitar los terribles males que el comunismo, Rusia en concreto, traería para el mundo. Un pedido, en general, desoído, con todas las consecuencias que hoy vivimos. Meditemos estas palabras y los comentarios que le siguen:

«Jesucristo es horriblemente ultrajado por los hombres ingratos. Reparad sus crímenes… Rezad, rezad mucho, y haced sacrificios por los pecadores, pues van muchas almas al infierno por no tener quien se sacrifique y pida por ellas… No ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido»…

¡Eso lo dice la Virgen en 1917!, cuando todavía eran muchos los cristianos que acudían al sacramento de la Penitencia, que iban a Misa los domingos, que se unían en el sacramento del matrimonio, que guardaban hasta la muerte la unión conyugal, que reconocían la grave ilicitud de la anticoncepción, que tenían hijos y los educaban cristianamente, que vivían la oración en la familia… Era un tiempo en que la Iglesia se atrevía a predicar la soteriología evangélica –salvación o condenación–, y en el que los Seminarios y Noviciados recibían muchos candidatos al sacerdocio y a la vida religiosa. Tiempos en que la doctrina ortodoxa y la disciplina de la Iglesia prevalecían sobre las herejías y las rebeldías antidisciplinares, que no quedaban impunes. Son años en los que florecen las misiones, y hay un influjo real de los cristianos en la vida política y cultural. Se predica el pudor y la castidad. Los colegios y las Universidades católicas dan formación cristiana, etc.

Juan Pablo II, visitando Fátima, se lamentaba diciendo: «¡Cuánto nos duele que la invitación a la penitencia, a la conversión y a la oración no haya encontrado aquella acogida que debía! ¡Cuánto nos duele que muchos participen tan fríamente en la obra de la Redención de Cristo! ¡que se complete tan insuficientemente en nuestra carne «lo que falta a los sufrimientos de Cristo!» [Col 1,24]» (13-V-1982).

El mensaje de la Virgen de Fátima tiene hoy, pues, una urgencia acrecentada, porque en estos últimos cien años se ha producido en gran medida la apostasía del antiguo Occidente cristiano. No es momento para describirla, pero es fácil comprobar las pésimas consecuencias del rechazo del mensaje de Fátima:

Sufre hoy la Iglesia católica muy fuertes persecuciones exteriores, procedentes de tantas fuentes antiguas y modernas –protestantismo, liberalismo, masonería, marxismo, laicismo agresivo, modernismo–, que han ido configurando una cultura moderna cada vez más cerrada a Cristo y a Dios. El pensamiento dominante, la cultura, las leyes, han cerrado más y más las puertas al reinado de Cristo Salvador en el pensamiento y las costumbres, en la escuela y la universidad, en la filosofía y el arte, en los grandes organismos internacionales, en leyes criminales de Estados sin-Dios y sin ley natural, en muchos medios de comunicación social, etc. Eso explica que los cristianos sean actualmente entre los hombres religiosos del mundo los más perseguidos. «En nuestro tiempo –dice Benedicto XVI–, en vastas regiones de la tierra la fe corre el riesgo de apagarse como una llama que se extingue» (Fátima 12-V-2010).

Y aún sufre hoy más la Iglesia por las infidelidades que se dan en su propio interior. En ese mismo viaje decía el Papa a los periodistas, que «la mayor persecución de la Iglesia no procede de los enemigos externos, sino que nace del pecado en la Iglesia» (11-V-2010). En no pocas Iglesias locales, heterodoxia, degradación de la liturgia, relativismo moral, anticoncepción y aborto, divorcios y adulterios, casi extinción del sacramento de la Penitencia, pero también de la Confirmación y del Matrimonio, vaciamiento de la Misa dominical, de Seminarios y Noviciados, paralización de las Misiones y de la evangelización en general, mundanización de mentes y costumbres, invasión de la lujuria y del impudor, culto a la riqueza y tantas otras infidelidades al Evangelio, a la Tradición y al Magisterio, ponen a muchas Iglesias locales en una situación de ruina avanzada.

El mensaje de la Virgen en Fátima es sin duda una llamada a la penitencia, y es la penitencia la que nos lleva a la alegría: hace revivir a Cristo en muchos corazones, hace pasar de la enfermedad a la salud, de la muerte a la vida, de la oscuridad a la luz, de la mentira a la verdad, de la infidelidad mundanizada a la gloriosa libertad del mundo propia de los hijos de Dios, de las divisiones a la perfecta unidad católica. Hace posible la difusión del Reino, el aumento de las vocaciones, la santidad de los sacerdotes, religiosos y laicos, la santidad de matrimonios y familias, el rechazo del impudor y la fornicación, de la anticoncepción y del aborto, el esplendor de la Liturgia, la unidad interna de la Iglesia… Es el rechazo de la penitencia lo que debilita y entristece la vida de la Iglesia, lo que la divide, esteriliza, falsifica y arruina.

Quiera Dios misericordioso y omnipotente alegrar la Iglesia, asistiéndola con su gracia, para que toda ella reciba hoy verdaderamente el mensaje penitencial de la Virgen, que tanto se ha rechazado en estos últimos cien años. En Fátima la Madre de Cristo, único Salvador, nos llama hoy con renovado amor y urgencia a la conversión por la oración y la penitencia. Quiera Dios que el mensaje de la Virgen de Fátima en 1917, tan ignorado y rechazado, sea por gracia de Dios acogido en 2017, al celebrar la Iglesia su Centenario.

Virgen de Fátima, ruega por nosotros.(*)

No podemos menos que unirnos a ese pedido y hoy, a un siglo, hacerlo propio cada uno en su alma, para vivirlo personalmente. Y con toda esa seriedad posible, no olvidarnos de la promesa de Nuestra Señora de Fátima: mi Corazón Inmaculado triunfará.

(*) Infocatolica, blog de José María Iraburu, 12-V-2017, extracto del artículo Virgen de Fátima hoy: conversión, oración y penitencia.


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