FÁTIMA (I): 13 DE OCTUBRE, UN SECRETO, UN MILAGRO
- Fabricio Melchiori
- 13 oct 2017
- 4 Min. de lectura

Este 13 de octubre de 2017, celebramos el Centenario de la Sexta Aparición de María Santísima en Cova de Iria, cuando la Virgen había prometido hacer un milagro de tal magnitud, que cuantos lo vieran pudiesen creer en sus apariciones.
La danza del sol.
Una multitud de entre 50 a 70 mil personas de todo Portugal, muchas de ellas descreídas, burlonas y curiosas se hallaban el 13 de octubre en el lugar de las apariciones. Luego del diálogo narrado por la Hermana Lucía, Nuestra Señora dijo:
«Es preciso que se enmienden, que pidan perdón por sus pecados. Y tomando un aspecto más triste, [Nuestra Señora agregó]: No ofendan más a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido».
Dicho lo cual ―en su último aviso y la esencia del Mensaje destinado a pasar de generación en generación como el Mensaje de Fátima― se despidió… y al despedirse, mientras se elevaba, abrió las manos que se reflejaron en el sol, o, como les pareció a Francisco y a Jacinta, indicó el sol con el dedo.
Lucía entonces dijo a los presentes que mirasen el sol, paró la lluvia e inmediatamente se abrieron las nubes dejando ver un claro de cielo azul.
«De repente, el sol comenzó a vibrar con bruscos movimientos y empezó a girar vertiginosamente sobre sí mismo como una rueda de fuegos artificiales, desprendiendo en todas direcciones chorros de luz verde, roja, violeta, amarilla y azul, coloreando de manera fantástica las nubes, los árboles, las rocas y la tierra. A unos cuantos minutos, el sol quedó quieto y un momento después volvió a su rapidísimo movimiento, con la sorprendente danza de luz y de color cual no cabe imaginar en el más extraordinario castillo de fuegos de artificio. Una vez más dejó el sol su prodigioso bailoteo al cabo de unos minutos, pero tras una breve pausa, por tercera vez se hizo más brillante. Durante doce minutos pudieron percibir el maravilloso fenómeno en un radio de más 40 kilómetros todas y cada una de las personas congregadas».
La multitud tuvo la impresión de que el sol iba a desprenderse del firmamento y precipitarse sobre ella incendiándola y por eso prorrumpe en un grito único de terror y estupor: ¡Milagro! ¡Milagro!, mientras que al unísono cae de rodillas sobre el barro y gime: ¡Misericordia Dios mío! Creo en Dios, Dios te salve María… Y hacia el Cielo, se eleva suplicante y fervoroso, el acto de contrición: Pésame de todo corazón de haberos ofendido…
Un milagro sin precedentes.
El Milagro del Sol es el único milagro público preanunciado de la Historia mundial. Nunca antes había anunciado Dios con antecedencia, un milagro que sería públicamente realizado, y en especial con el propósito de confirmar un Mensaje profético, destinado a toda la humanidad y para silenciar los enemigos de Dios. Hasta el mayor milagro de todos los tiempos ―la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo― no fue un milagro público de esa magnitud, porque el Cristo resucitado no apareció a decenas de miles de personas inmediatamente después para convertirlas para que creasen. Además, la grandeza cosmológica del milagro es sin precedentes. Hasta el milagro de Josué que aumentó el día parando el sol es mucho menos impresionante y no puede comparárselo.
¿Por qué hubo este milagro sin precedentes? Por una razón evidente: porque el Mensaje de Fátima también es un mensaje sin precedentes, único tanto en las bendiciones prometidas como en los castigos amenazados.
El reinado universal de Nuestra Señora.
San Luis María de Montfort, formula del siguiente modo la ley que Dios se impuso, y de la que la tesis del reino de Cristo por el de su santísima Madre no es más que una aplicación:
«Digo… que, supuestas las cosas como son, habiendo querido Dios comenzar y terminar sus más grandes obras por la Santísima Virgen desde que la formó, es de creer que no cambiará de conducta en los siglos de los siglos, pues es Dios y no cambia en sus sentimientos ni en su conducta».
Es doctrina cristiana que el reinado y triunfo final del Señor, manifestada en la Sagrada Escritura, se obtendrá a costa de grandes y dramáticas luchas y espantosas persecuciones. Hacia el fin de los tiempos Satanás «sabiendo que le queda poco tiempo», producirá su obra maestra de orgullo, de malicia, de odio y de poder, el Anticristo y sus satélites, para intentar aprovechar su oportunidad suprema en una lucha mundial, que para su vergüenza y confusión, como ya sabemos, será su derrota aplastante y un triunfo glorioso y definitivo para Cristo y su Iglesia.
La Iglesia ve en María a la Adversaria personal de Satanás, que debe triunfar contra él por y para Cristo: «El Señor ha derramado sobre ti bendiciones, comunicándote su poder, pues por medio de Ti ha aniquilado a nuestros enemigos» (Jud 13, 22). Afirmación aún más fuerte y universal: «¡Tú sola has destruido todas las herejías en el mundo entero!». Fuerte afirmación, en efecto: Tú, Tú sola, todas las herejías, en el mundo entero… Se diría que la Iglesia teme no expresar su pensamiento con suficiente claridad, ni con bastante fuerza. Es evidente que aquí hay que ver, implícitamente expresada, una ordenación divina. Siempre será así. Cada victoria, individual o colectiva, lograda contra Satanás por un pobre pecador o por un santo religioso, por la Iglesia entera o por una u otra nación cristiana, será siempre obra de Ella, después de Cristo y de Dios.
En el momento actual cargado de materialismo, María Santísima es un refugio vivo, ya que Ella busca afanosamente a quienes navegan sin rumbo.
Así, frente a la violencia creciente del infierno, que pone en acción entre otros a la masonería, el ecocatastrofismo, el racionalismo, el socialismo, el laicismo, el modernismo, la ideología de género, el relativismo moral … vemos también cómo María sube cada vez más alto en el horizonte de la Iglesia: ¡María bella como la luna, radiante como el sol, pero también María terrible como todo un ejército en orden de batalla!
¿Ha llegado la hora de la Mujer, vestida de sol?
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